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Diario de un viaje a la Antártida – Día 5

12 de Enero de 2025 – Día 5 viaje por la Antártida

Continúa nuestro viaje por la Antártida. El barco no se ha movido durante toda la noche, hemos dormido demasiado bien, así que nos despertamos antes de que suene la alarma. El cielo está cubierto, la temperatura fuera es de – 1º C y las olas de 0,5 metros. Apenas hay viento, 8 nudos N. 

La alarma suena como todos los días pero ya estamos preparados, impacientes por ver donde desembarcaremos hoy. Dentro del barco hace calor, así que de momento solo nos ponemos una capa, aunque de vez en cuando salimos a cubierta. El desayuno como todos los días es tranquilo, hoy somos el último grupo en desembarcar así que tenemos tiempo.

La primera opción para el desembarco era en Punta Portal, pero debido al hielo que hay en la orilla se cancela. El equipo de expedición decide hacerlo en un islote llamado Rocas Hydrurga. Este islote está situado en el Estrecho de Gerlache. Es el más grande de todos, mide 1,2 kilómetros de largo por 115 metros de ancho, esta repleto de pingüinos barbijo con sus crías. Además también hay algún cormorán antártico y alguna foca Weddell.

A las 10,00 horas comienza el segundo desembarco de nuestro viaje por la Antártida, que nos dicen será húmedo. La orilla tiene rocas de diferentes tamaños y están húmedas, con cuidado para no resbalarnos que el agua está fría. Nada más pisar la orilla nos recibe una foca Weddell de unas 3 semanas de edad. Su madre está algo más alejada, las dos parecen estar muy relajadas a pesar de nuestra presencia. Intentamos no molestarlas.

Primero caminamos sobre alguna roca negra, ya empezamos a ver los primeros pingüinos con sus pichones, estos serán ya de unos 20 cm y están cubiertos de un plumón gris. Descansan bajo sus padres, para protegerse de los depredadores. De vez en cuando sus padres les van alimentando. 

Continuamos caminando, ahora por nieve, por el camino que nos han marcado. Por el recorrido encontramos alguna foca Weddell más descansando sobre la nieve, hasta llegar a otro extremo de la isla donde hay una roca llena de pingüinos y cormoranes antárticos con sus crías, que ya están tan grandes como sus padres aunque todavía con plumón. El ruido es ensordecedor, casi no se oye ni las olas del mar cuando llegan a la orilla. La isla está rodeada de pequeños icebergs, y a lo lejos se ven montañas cubiertas de nieve, el paisaje es una locura. El barco se ve a lo lejos cerca de una pared de hielo mucho más alta que el. Estamos unas dos horas en la isla, aunque a nosotros nos ha parecido que hemos estado media. El tiempo en este lugar vuela.

Aprovechamos para guardar en nuestra memoria  todo lo que vemos a nuestro alrededor y comenzamos la vuelta a las zodiac. Nos hemos quedado los últimos, ya ha vuelto mucha gente al barco. Parece que el cielo se está despejando y el sol entra entre las nubes.

En el barco nos quitamos alguna capa de ropa y entramos al restaurante para comer. Por la tarde somos el primer grupo en desembarcar, no tenemos mucho tiempo para perder. Mientras, el barco rodea la isla Dos Mogotes. ¡¡ Dos barcos !! se ven lejos, hasta ahora no habíamos visto ningún otro barco.

A las 15,00 horas bajamos a desinfectar nuestras botas para montar en las zodiac. El desembarco lo haremos en Punta Palaver, en la zona oeste de la isla Dos Mogotes. Con los rayos de sol ha subido un poco la temperatura.

El desembarco también es mojado, después de caminar por una playa de piedras, ascendemos por una pequeña pala de nieve donde los pingüinos tienen marcada una autopista. No paran de subir y bajar por este sendero.

Hay una zona rocosa donde tienen los nidos, hechos con piedras pequeñas que se roban entre ellos. No se pueden descuidar ni un momento, porque enseguida les desaparecen piedras. Para ellos es muy importante que los nidos tengan muchas piedras, la supervivencia de sus crias depende de ello.

No paran quietos, van y vienen constantemente al agua a por alimento, alimentan a sus crías y se pelean con otros pingüinos. Además están pendientes de los depredadores, que estrés. En las rocas también hay cormoranes antárticos con crías, que están más pequeñas que las que hemos visto a la mañana.

Después de dos horas toca volver al barco, lo hacemos por otro camino. Desde aquí vemos una foca Weddell sobre un iceberg, y alguna ballena jorobada no muy lejos. Otra vez somos casi los últimos y mientras estamos esperando en la orilla nos llevamos una sorpresa. De repente, un iceberg se da la vuelta, vaya ruido y que bonito. En serio, esto es increíble, la Antártida es una locura.

Para las 17,30 estamos en el barco ,y lo primero que hacemos es tomar un chocolate caliente que nos han preparado. Nos ponemos cómodos, y subimos a cubierta para reunirnos y hablar sobre las actividades y lugares que hemos visto hoy, y sobre los planes para mañana. El capitán va hacer una navegación escénica por el Pasaje Freud, que separa las Islas Kaiser y Bravante. Los paisajes son demasiado bonitos y llegamos hasta un glaciar enorme, que pasada.

Hoy la cena es más tarde que ayer Día 4, la ruta era demasiado bonita para no disfrutarla. Después de la cena nos duchamos y subimos al salón a charlar con nuestros compañeros de viaje. Creo que no lo hemos dicho, pero en está época, en la Antártida no hay noche, el sol se pone pero el cielo sigue azul. Yo decido quedarme para ver la puesta de sol y disfrutar del color del cielo, se parece a lo que vivimos en Tromso pero hay más claridad.

El cielo parece que esta dividido, por un lado el cielo es azul y por el otro rojo, son casi las doce de la noche y la puesta de sol está siendo impresionante. El color rojo que tiene el cielo se refleja en el agua y todo esta de color rojo, hace mucho frio, pero hay que aguantar, este paisaje no lo volveremos a ver nunca. Bueno, quien sabe, tal vez la vida nos de otra oportunidad de hacer otro viaje por la Antártida…

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